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La Cuaresma, tiempo de conversión

La Cuaresma, tiempo de conversión

Actualizado 16/02/2015 13:12
Gerardo Melgar

Es esta esperanza la que nos alienta a poner aquellos medios que van a ayudarnos a salir de la cerrazón en la que nos ha introducido el pecado.

El miércoles 18 de febrero comenzamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Durante este tiempo debemos dejarnos interpelar por tres realidades: la llamada a la conversión, la misericordia del Señor y la esperanza de nuestra salvación.

La llamada a la conversión aparece desde el primer momento en la Palabra de Dios. En la primera lectura del miércoles de ceniza, el Señor -por boca del profeta Joel- nos hace una llamada a iniciar este tiempo de Cuaresma con una actitud de conversión auténtica: "rasgad los corazones, no las vestiduras" (Jo 2, 12). Se trata no de un cambio de fachada, de look o de imagen sino de un cambio profundo, interior, del corazón, un cambio de actitudes y de forma de comportarnos. Ésta es la llamada que va a golpear nuestros oídos y nuestro corazón de creyentes en Jesús durante toda la Cuaresma como necesario e imprescindible camino para preparar nuestra vida para la Pascua.

La misericordia del Señor es la razón de nuestra esperanza y de nuestra conversión. Nuestra conversión es necesaria aunque nunca debemos olvidar que el amor misericordioso de Dios es mucho más grande que nuestro pecado. Él sigue saliendo todos los días al camino de nuestra vida para llamarnos a que volvamos a su amor; sí, Dios se llenará de tremenda alegría cuando nos decidamos a volver a la casa paterna de donde marchamos.

Lo primero que debemos hacer para comenzar el camino de retorno es reconocer que nos hemos equivocado, que nos hemos ido muchas veces por otro camino, pero que podemos rectificar. Es más, sabemos que debemos rectificar, que el camino recorrido equivocadamente no es un camino sin retorno: gracias al amor misericordioso del Padre nada está perdido; al contrario, el Padre bueno y misericordioso nos espera con los brazos abiertos y se alegra profundamente en su Corazón con nuestra vuelta a su casa. El Papa Francisco, en su Exhortación Evangelii gaudium, introduce esta bella oración: "Señor me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy para renovar tu alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo. Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores". ¡Qué hermosa esta oración y qué manera más apropiada de colocarnos al comienzo de esta Cuaresma! ¡Reconozcamos nuestras equivocaciones y estemos dispuestos a rectificar sabiendo que Dios nos espera!

Finalmente, no podemos olvidar que la esperanza es otra de las actitudes importantes en este tiempo de Cuaresma: esperanza en que el Señor sigue a nuestro lado, aunque nosotros le hayamos olvidado, aunque no hayamos querido seguir su camino, aunque nos hayamos hecho sordos a la voz de sus llamadas. Es esta esperanza la que nos alienta a poner aquellos medios que van a ayudarnos a salir de la cerrazón en la que nos ha introducido el pecado: el ayuno, por el que nos damos cuenta de que no podemos dárnoslo todo, que no todo gira en torno a nosotros, sino que nada es debido y todo es regalado; la oración que nos abre a Dios porque nos sentimos especialmente necesitados de Él y necesitamos pedirle que nos ayude, y que allí donde no lleguemos por nuestras propias fuerzas que sea su gracia la que nos haga avanzar por el camino que Él desea; y, en tercer lugar, la limosna que nos abre al prójimo y nos hace sentir la necesidad de usar mejor de los bienes de los que tantas veces hemos abusado y emplearlos con mesura sabiéndolos compartir con los demás, especialmente con los más necesitados.

¡Feliz y santa Cuaresma para todos!

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