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Memorias de uno de los últimos trashumantes sorianos

Memorias de uno de los últimos trashumantes sorianos

Actualizado 29/01/2017 09:07

La profesión del trashumante parece amable si se escucha de boca de este pastor nacido en Verguizas hace ya 95 años. Pero este soriano, que comenzó su andadura durante la Guerra Civil, pasó muchos sinsabores en sus numerosos viajes al sur de España. En la actualidad, vive en la capital de Soria alejado del mundo del pastoreo.

La historia de vida de Francisco Ruiz García es de las que enganchan. A sus 95 años, este pastor jubilado, recuerda como si fuera ayer, todas las peripecias y aventuras vividas durante los 34 años que se dedicó a la trashumancia. Hoy, ya alejado del pastoreo, vive relajadamente en la capital soriana, disfrutando a diario de tranquilos paseos por el parque de La Dehesa, y de largas partidas de cartas en el hogar de jubilados del Espolón.

Desde su nacimiento, el 3 de diciembre de 1921 en la pequeña localidad soriana de Verguizas, prácticamente su destino ya estaba escrito. Su padre, dedicado al ganado ovino como muchos de los habitantes de los pueblos de la comarca de Tierras Altas, encontró en él un digno sucesor. Pero con Francisco se acaba la única generación de trashumantes de su familia, ya que su padre nunca se dedicó a este tipo de ganadería, y sus hijos no han continuado con las labores.

LOS INICIOS

Su actividad profesional comenzó a los 14 años de edad, cuando su padre le mandó a trabajar a casa de unos familiares en Ledrado. Esta primera experiencia fue muy buena para Francisco, que recuerda con mucho cariño el buen trato recibido.

Antes de cumplir los 16 años y en plena Guerra Civil, el joven soriano bajó por primera vez con el ganado a la provincia de Cáceres, comenzando así su etapa como ganadero trashumante. Una aventura nada fácil que les hizo pasar a él y a sus compañeros de pastoreo muchos sinsabores.

Con nada más que alguna manta, mudas y el ganado de ovejas y caballos, Francisco inició a principios de noviembre del año 1937 su primer contacto con la trashumancia.

LA TRAYECTORIA

Francisco Ruiz se dedicó a la ganadería trashumante 34 años. Los dos primeros, en Extremadura y el resto en Ciudad Real. Al principio en Almadenejos y luego en Mestanza, concretamente en una finca llamada Ituero, su hogar durante muchos años desde el mes de noviembre hasta mayo.

Alquilar una finca no era fácil, suponía una gran cantidad de dinero, y por eso muchos trashumantes no se instalaban en un sitio concreto, haciéndose aun más palpable la dureza de esta profesión. Por aquel entonces, Francisco pagaba 350.000 pesetas por Ituero, llegando a bajar algún año a Madrid para negociar y ajustar la salida de la finca.

En el caso del soriano, los desplazamientos al sur de España eran en tren. Solo dos años realizó el trayecto a pie por la escasez de lluvias en las zonas bajas del país, así durante los aproximadamente 30 días que duraba el viaje, el ganado iba alimentándose por los pastos del camino. El convoy salía al principio desde Almazán, y casi 80 años después de su primera experiencia, Francisco todavía recuerda el recorrido de cuatro días que realizaba hasta llegar a la villa adnamantina.

EL DÍA A DÍA

Los días eran duros, y la comida escaseaba por aquellos años. La jornada comenzaba antes de que saliera la luz del sol, y no probaban bocado hasta que no terminaban de asistir a las ovejas durante los partos. El pan era el sustento principal de los pastores, que solo aumentaban su dieta por la noche, cuando cocían garbanzos o patatas para poder coger fuerzas para el siguiente día.

El trashumante tienía muchas labores, pero una de las más duras para Francisco era pasar la noche de imaginaria. Al no llevar redes para cercar el rebaño, uno de ellos tenía que controlar el ganado para que no se escapase o fuese atacado durante las horas de oscuridad. Una tarea dura si se compara con otras obligaciones como ayudar en los alumbramientos o preparar las migas del desayuno para todos los trabajadores.

EL FINAL

Un detalle señala la dureza, no solo física, de aquel oficio. En 1966 nació Lourdes - su segunda hija - y Francisco no pudo conocerla hasta mayo, cuando regresó de Mestanza y ella ya tenía 3 meses de vida. "Casí se iba sola" recuerda con nostalgia. Años después, Francisco decidió retirarse dejando así una profesión que siempre trató de llevar con humor.

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