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11-M Difícil de recordar, imposible de olvidar

11-M Difícil de recordar, imposible de olvidar

Actualizado 11/03/2019 14:16

15 años después de aquel infame 11 de marzo de 2004 hay que recordando, aunque duela.

Hay escalofríos que duran toda una vida. Recuerdos que nuestra memoria es incapaz de olvidar por mucho tiempo que pase. Los atentados del 11 de marzo en Madrid son uno de ellos. Seguramente usted recuerde con exactitud done se encontraba aquel jueves de 2004 del que han pasado ya 15 años pero que el dolor mantiene vivo en nuestros corazones.

El dolor como rescoldo permanente de la sorpresa, la incredulidad, el temor, la indignación, el miedo, la rabia y la desolación por la que todos pasamos aquel día. ETA había acostumbrado a este país a convivir con la sinrazón del terrorismo pero aquello sobrepasaba todo los límites que podíamos soportar.

Recordar aquellas horas es volverlas a vivir. Volver a sufrir, volver a llorar. Recordar cómo se lo contaron, tal vez en la oficina, en la fábrica o en el mercadillo. Recordar cómo decidiste bajar a por tus hijos al colegio aunque hacía años que ya subían a comer solos. Recordar aquellas llamadas, de fijo a fijo, prefijo 91, para saber de los amigos y familiares que vivían en la capital. Recordar las horas y horas pegado a la televisión y a la radio descubriendo con estupor la magnitud de la infamia. En ocasiones doy gracias a Dios porque de aquellas no hubiera redes sociales. Y recordar también las manifestaciones del día 12, aquella concentración que tenía más de catarsis que de protesta. Aquel abrazo colectivo que todos nos dimos conscientes de que no deberíamos estar viviendo aquello. Recordar aquellas horas es volverlas a vivir. Volver a sufrir, volver a llorar, pero también es no olvidar.

Aquellos atentados del 11 de marzo de 2004 fueron la macabra carta de presentación de un movimiento, el yihadista, que desde entonces no ha dejado de atormentar periódicamente a Europa. Aquellos 193 muertos (los 189 iniciales más un bebé que falleció durante el parto debido a las heridas sufridas por su madre, una víctima que murió tras 10 años en coma y el GEO asesinado en el piso de Leganés) y los cerca de 2000 heridos eran la fiel representación de España. 18 nacionalidades representadas en aquellos 4 trenes que salían del sur de Madrid plagados de trabajadores y estudiantes. 4 trenes en los que, de una forma u otra, viajábamos todos.

La herida todavía está tierna en nuestra joven piel democrática y nosotros, los que fuimos plenamente conscientes de lo que estaba pasando, nunca la veremos cicatrizar del todo. Difícil, muy difícil, de recordar pero imposible de olvidar

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