Territorio

Estamos asistiendo a una preocupación social, in crescendo, por la despoblación salvaje de inmensos territorios.

Este fenómeno, tremendo y abrumador, está siendo motivo de miedo y preocupación; y de no pocas acusaciones más o menos larvadas. “Siempre que algo nos amenaza, la culpa la tiene otro; y casi siempre el Estado”. Racionalizar el problema con mesura, con información y con bases técnicas suele ayudar mucho. Es el camino para que las sociedades salgan al paso de cualquier problema, el único camino para corregir los desajustes que la historia siempre trae de forma inexorable.

La despoblación es un fenómeno viejo entre los hombres; así en las tierras sorianas se despoblaron amplios territorios como medio de lucha contra los moros, allá por los siglos VIII y IX; los cambios climáticos han producido las mayores despoblaciones.

Hoy la despoblación en todo el Planeta está ligada a un cambio socioeconómico global e imparable: la aparición de las macrópolis, y la tendencia (también imparable) de buscar mejores niveles de vida. Hoy la despoblación exige con urgencia un nuevo concepto socioeconómico, olvidado hasta hace no mucho, el territorio; pero que va tener una importancia decisiva en la humanidad del futuro.

El territorio se está convirtiendo en el soporte necesario absolutamente para que los hombres puedan vivir en las grandes ciudades; para que haya agua, para que haya “naturaleza”, para que haya alimentos, para que haya ocio, para que haya soporte para economías modernas y equilibradas; para que haya bienestar, para que haya salud, no sólo física; sobre todo mental, para que haya belleza. Para que haya futuro para la nueva Humanidad en crecimiento exponencial.

El territorio (los territorios vacíos) está surgiendo como valor supremo del futuro. Empieza a ser más preciado que el oro. ¿Repoblar sin más o gestionar de otra manera el territorio?